El mundo está lleno de personas que escriben sobre pobreza en lugar de servir a los pobres; que teorizan comunidad en lugar de habitarla o salir a su encuentro; y exploran metáforas de encarnación en vez de encarnar Amor.
Temo confundir pensar sobre Dios con vivir para Dios, y sustituir acción por reflexión sobre acción. Reemplazar la experiencia por la idea.
Entonces me pregunto:
—¿Siento paz cuando escribo o me da ansiedad y necesidad de validación?
—¿Mi vida concreta de caridad mejora o estoy sustituyendo servicio real?
—¿Estaría dispuesta a abandonarlo si Dios me lo pidiera?
—¿Esto es útil?
—¿Escribir es más cómodo que servir concretamente? ¿O puedo hacer ambas cosas en simultáneo?
También entiendo que no todas las personas están llamadas a lo mismo.
Y se me ocurren varias categorías, como:
- Servicio directo
- Contemplación
- Pensamiento
- Arte
Entonces, quizás la pregunta no es si es útil, sino si es mi llamado específico.
Pero ¿cómo saberlo, cómo discernirlo?
¿Es un don genuino que debo cultivar?
Mientras tanto, confío en que, si el fruto es Amor, Él sabrá hacerlo florecer.